Espero que os guste :/
Dicho esto, me agarra del pelo y vuelve a
levantarme. Gruñendo de dolor, y desafiante, le escupo en la cara; pero no
debería haberlo hecho ya que automáticamente me da un puñetazo y vuelvo a caer
al suelo. Me pregunto si Snow le ha dado su consentimiento para usar la fuerza
conmigo, ya que a pesar de todo me sobreprotege. No, no creo que sea por eso.
Probablemente le preocupe más que esté “guapa” para sus fiestas, y en estos
casos, un ojo hinchado es un problema.
En un momento me veo maniatada de pies y manos. El
tipo corpulento me coge de mala forma, como si sólo fuera un saco de harina, y
me mete en un vehículo con los cristales tintados. “Próxima parada, Mansión
Snow. Abróchense los cinturones y disfruten de la tortura” me digo a mí misma.
Una vez llegamos a la mansión, me sube a cuestas hasta el segundo piso y me
encierra bajo llave en una habitación en la que nunca había estado. La estancia
está sumida en la completa oscuridad, y desorientada, no me queda otra que
sentarme a esperar mi castigo.
Después de media hora de angustia por no saber
cuánto me queda de vida, se oye el sonido de la llave girando dentro de la
cerradura. La puerta se abre lentamente, dejando entrar algo de luz procedente
del pasillo. Aunque sigo sin distinguir nada por la escasa iluminación,
reconozco a mi visitante gracias al repentino y fuerte olor a rosas. Snow
permanece de pie frente a mí sin decir nada, lo cual es un tanto inquietante; y
empiezo a asustarme.
-Blair, Blair, Blair. Nunca aprenderás, ¿verdad? –
hace una pausa y al ver que no respondo, continúa - Yo que te he dado todo,
techo, comida, joyas, todo lo que puedas desear. ¿Y así me lo pagas?
-Sólo quiero recuperar mi libertad. Me mantienes encerrada día y noche.
¿Pretendes hacerme feliz con un par de joyas y cuatro fiestas estúpidas? Lo
único que recibirás de mí es mi desprecio, puesto que has hecho un infierno de
cada día de mi existencia.
He tratado de sonar lo más convincente posible, pero
me tiembla tanto la voz que Snow sólo se limita a reír. Lo que él no sabe es
que, mientras estamos hablando, he conseguido liberarme de las cuerdas que
ataban mis manos.
-En situaciones como ésta, habría deseado
convertirte en avox años atrás. Pero aún estoy a tiempo.
-Puedes silenciarme, pero nunca conseguirás que te
respete como tú esperas. Seguiré pensando igual.
-¡Silencio, malnacida! ¿Acaso no recuerdas con quién
estás hablando? Con sólo chasquear los dedos, puedo borrarte del mapa.
-¡Entonces hazlo, mátame y acaba con esta pesadilla
de una vez por todas! ¡Hazme libre! Y me reuniré con mi madre. – Los ojos se me
anegan en lágrimas.
Snow sonríe maliciosamente.
-¿Seguro que eso es lo que quieres, Blair? ¿Y qué
hay de tu padre? Lo destrozarías.
-¿Qué estás diciendo? En el caso de que viviera
habría huido al 13 con los demás habitantes del Distrito 12. - No sé qué pretende,
pero no me gusta nada.
-¿Y si no estuviera en el 13? ¿Y si hubiera estado,
digamos…en las mazmorras de la mansión, durante todos estos años?
Mis ojos se abren como platos. Noto como la furia me
invade rápidamente, y lo único que se me ocurre hacer, a pesar de tener los
pies atados, es abalanzarme sobre él; arañándole la cara y gritando todos los
insultos que sé. El tipo de antes oye los gritos y sube a toda prisa. Ayuda a
Snow a levantarse y a mí me aparta de un empujón.
-Encárgate de ella, Hugo – dice Snow, saliendo por
la puerta. Nunca había usado ese tono conmigo.
Intento provocar a “Hugo” para que no note que estoy
aterrorizada.
-¿De verdad te atreverás a hacer daño a una niñita?
Eres casi tan cobarde como tu jefe.
En eso me equivocaba, y lo compruebo segundos
después cuando me da una paliza brutal. A la primera patada siento dolor, a la
segunda, siento miedo. Por cada golpe que recibo se me viene la misma palabra a
la cabeza: “mamá”. Y entonces la veo: su
larga melena de color castaño,
esos ojos verdes cuya mirada hechizante tuve la suerte de heredar, al igual que
su voz. No sé por qué, pero la imagino con un vestido blanco que ondea
suavemente a medida que se acerca a mí. Mientras el gigante me golpea una y
otra vez, riendo a carcajadas como un loco, ella se arrodilla a mi lado y
susurra “no tengas miedo, mi pequeño Sinsajo”. En el momento en que sonríe y
despliega sus alas de ángel, me quedo inconsciente.